Perdido

De tanto buscar entre mis mañanas,

aguijones clavados pareciesen

heridas de hierro sempiternas,

de algún momento olvidado.

Del silencio cómplice de los años,

del no discernir entre mis sentimientos,

enjauladas ansias enamoradizas

de nada, curiosamente de nada.

Ese de tanto buscar y no hallar,

ocultando jirones del alma,

de mirar hacia el horizonte confuso

o tal vez, equivocado a conciencia.

Arrastro mis fuerzas en la nada

de un vacío y me hundo por capricho

en el poso acogedor del buen vino,

Ahora si, cómplice por fin de mi vida,

refugio irrefutable a mi lado,

Y me doblego a él asido

como el noray a las amarras

de un navío desorientado en el oleaje.

Nunca encontraré mi búsqueda,

nunca volveré a intentarlo.

Emuñoz