Se acercaba de manera silente
entre los espinos y las rosas.
Me rodeaba con ansias de atraparme,
pero conseguía hacerme inasible,
Escapaba de ella con todas mis fuerzas.
Llegado el ocaso de la noche oscura,
temblaba mi sangre y el frío me vencía.
Mi último gemido dio paso a lo insondable,
y como la hidra del cuento, me llevó.