La ida.

Se acercaba de manera silente

entre los espinos y las rosas.

Me rodeaba con ansias de atraparme,

pero conseguía hacerme inasible,

Escapaba de ella con todas mis fuerzas.

Llegado el ocaso de la noche oscura,

temblaba mi sangre y el frío me vencía.

Mi último gemido dio paso a lo insondable,

y como la hidra del cuento, me llevó.

Sentir

Yo no he visto la luz de la mañana,

ni he oído el croar de una rana.

No he andado por árboles con ramas,

ni he sentido puñales por la espalda .

No he gritado auxilios en la cama,

ni me he tapado con sábanas de agua.

No he bebido la sangre derramada

de encuentros amorosos, que son nada.

No me he visto, ni mirado a los ojos,

ni por dentro reventar si me engañan.

Solo he amado amores que te ciegan

y no poder ver la luz de la mañana

EMuñoz